Aunque desde la provincia de Castellón hasta la de Alicante podríamos perdernos entre senderos y calas, hay grutas que merecen ser visitadas por lo menos una vez en la vida:
Una manera de adentrarse en las profundidades de la Tierra es pasearse en barca por los 535 metros de galerías subterráneas y continuar a pie a través una galería seca de 225 metros de longitud. Un recorrido de 40 minutos que permite observar al principio pinturas rupestres y yacimientos arqueológicos de unos 15.000 años de antigüedad -lo que hace pensar que las cavidades son conocidas desde el Paleolítico Superior-.
Entre las peculiaridades que esconde esta longeva formación, que se encuentra en las inmediaciones de Benidoleig, en la Marina Alta, Alicante, se encuentran los múltiples restos de huesos y dientes de animales como caballos y rinocerontes, así como utensilios de sílex, hachas, puntas de flecha y piedras para cocinar, que se puede ver en el Museo Provincial de Arqueología de Alicante. Unos restos que han permitido reconocer que la vida estaba presente hace más de 50.000 años.
Aunque no se trate de una formación natural, las cuevas de la Villa son restos de nuestros pasado musulmán. Estas construcciones recorren por debajo de los pies toda la Plaza de la Villa de Requena.
Las visitas guiadas a través de su interior permite conocer este tipo de construcciones y los elementos asociados como grandes tinajas, osario, silo, etc.
Situadas en el Barranc de la Fos, estas formaciones son conocidas como cuevas-ventanas por la visión de los 50 orificios colgados a mitad de un acantilado rocosos. Se trata de uno de los conjuntos más conocidos por su complejidad y su gran número de cavidades conjuntas. Además de las ventanas, existen multitud de cámaras que llevan a otras hasta formar un pasadizo por el interior de la montaña que se disponen entre 3 y 4 niveles. Estas construcciones artificiales no han sido fechadas con exactitud por la falta de materiales arqueológicos, pero se sabe con exactitud que fueron utilizadas como graneros en la época de dominación árabe. Pero las interpretaciones son múltiples.
Se trata de un museo diferente, ya que se sitúa en la pedanía del Faro de Cullera, en la denominada Isla de los Pensamientos, Cabo de Cullera, que permite conocer la forma de vida de los piratas en aguas del Mediterráneo en el s. XVI y ver por primera vez instrumentos náuticos, piezas de artillería, mapas históricos, vestidos, monedas que pertenecieron a piratas reales.
Allí, dentro de las rocas aguarda un temido barco del pirata Dragut ¿Te atreves a visitarlo?
FOTOGRAFÍAS: Diversos autores publicadas en Google.
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